24 marzo 2008

La Fauna Espiritual

Es cierto que vine al mundo ya hace unos cuantos años.
Nací como un “gorrión” egoísta e inocente. Crecí chupando la vida de mis progenitores y sintiendo fama y celebridad en medio de ninguna parte.
Aprendí a aprender pronto, y con la astucia del “zorro” cazaba cada día en corral ajeno todo aquello que a mí me parecía bueno, pero pronto me deslumbró el “león” al contemplarlo en su esplendor.
Me dispuse a ser el felino tan temido. Caminé con mi melena al viento y un orgullo desmedido al sentirme por todos observado. Con mi guitarra al hombro y desvergonzado no entendí que para ser rey de esta selva debía competir con los más fuertes, matar y devorar a los demás.
Antes de llegar a ser el jefe de algún clan, con mi fama y mi poder, abandoné la manada y proseguí solo mi camino. ¿Dónde podría vivir ajeno a la batalla? Decidí entonces habitar en las alturas, para no tener que dar a nadie explicaciones y sentir el vértigo en las nubes.
¡Eres un “águila”! me dije, como así lo indica mi apellido. ¡Vuela, vuela alto y hasta los cielos, que allí jamás serás tú perseguido! Mi destreza y habilidad dispuse, más mis alas no estaban muy capacitadas y las turbulencias son muy duras en soledad y a esa distancia del suelo y de la nada. Bonito fue volar y no rendirle cuentas al humano, pero mi alimento fue carroña de este mundo, igual que sucedía siendo león: alguien debía morir para que yo encendiese mis motores. Sentí pánico y temor en otros tiempos y como “insecto” molestaba y me escondí hasta ver pasar esos momentos.
Conocí el amor y en sus ojos perdí todos mis galones; de ella tan fuerte me prendí que rompí mi libertad y allí tomé imprudentes decisiones. ¡Pon tu vida junto a mí!, ¿cuál es el precio?; cambiar mi rumbo sería fácil, pues antes fui muy necio. Trabajo, celos, hogar, otra experiencia; trabajo, más trabajo y trabajar: ¡era ese el precio! Cuando acaso alguna vez me disponía a partir, mi corazón preso lo impedía y por si fuera poco la noticia me llegó: ¡aumenta la familia!
Orgulloso de mis cachorros, lleno de vitalidad, fuerza y alegría, me dispuse a luchar, protegerlos sin duda y sin pensar ¡ésta es la vida! Un “búfalo” era allí, cuidando mi manada, confiando en mi fuerza y mi tesón, ni el león se me enfrentaba. Mi envite allí aposté, al encontrar una dulce morada, más de todo aquello que sembré, dos cosas cosechaba: traición y deshonor, esa fue mi paga.
A nadie de esto culpo yo, así es la trama: Fui un mal búfalo y perdí, mal águila también, al no cuidar mis alas; como león caí, pues no cazaba nada; cual zorro… necio al fin; de insecto ¿qué decir?, y como gorrión… apenas nada.
Hoy con el cielo hablé y descubrí que nada de eso fui en realidad. Que mi verdadera identidad es su mirada: una “oveja” débil soy al fin, o sea, casi nada. Pero solo así puedo crecer, y ya entendí que sólo como oveja en el redil recibo de Dios la protección y el alimento; la vida y el gozo y el amor. Pues el Cordero es mi esposo y mi señor y me da su “aliento” y de este modo hoy formo junto a Él un sólo cuerpo. Ahora la vida fluye en mi interior y lleno de alegría y de pasión, estoy ardiendo. Puedo sentir que, sin matar, picar ni devorar, vivo contento; que sin trepar, mentir y hasta humillar, todo lo tengo, y que ésta es del mundo su verdad.
Como oveja modorra en el redil estoy cuidado y camino con limpieza y humildad a mi destino: ser un verdadero “HOMBRE”. Igual que el único que lo fue, humilde, tierno, manso y ¡con poder!; mí amigo, mi maestro y mi señor: Jesús el Cristo, el Santo y Mesías de Israel.
La Tierra hoy está, tal como tú dijiste: hay guerras, muerte, dolor y destrucción por todas partes; ¡animales que se comen sin piedad!, pero en esta fauna terca y demencial hay mucha oveja. El mundo pronto llega a su final y Tú eres la esperanza.
Y a aquel de mis congéneres que tengo oídos para oír le digo: “Tú hombre-animal deja ya de confiar en tu fuerza, fama, riqueza o cualquier habilidad, pues todas ellas por Jesús te han sido dadas, y si las pones a disposición de los demás- por los más necesitados-, y te unes con sencillo corazón a éste redil de Dios, serás del Reino de los Cielos un hombre de verdad, un fiel soldado, vivirás feliz y tu destino final habrás alcanzado.” “Varón y hembra nos creó. Ambos somos para Dios: el “ser humano”.
José J Sánchez Águila
Marzo 2008

No hay comentarios: