10 octubre 2006

Adolescentes y jóvenes de hoy

Espero no ser alarmista (o tal vez si), ni mostrarme pesimista durante el desarrollo de este comentario, solamente pretendo expresar lo que vengo observando con mis ojos en cuanto al comportamiento de chicos y chicas en edades comprendidas entre los 12-13 y los 22-25 años.

En primer lugar admito que hay muchas excepciones a mis argumentos y que es solo mi punto de vista, pero deseo que sirva para que alguien, padres, educadores, tutores, pastores, etc…, se den cuenta de la problemática por la que están pasando y soportando, los adolescentes y jóvenes que dependen de ellos.
La semblanza que voy a describir es acerca de chicos y chicas no creyentes, pero esto es fácilmente extrapolable a los cristianos.
Tienen una edad en la que su única “obligación” y ocupación es estudiar. Unos lo acometen con gusto, de buen grado, y aprovechan el tiempo. Otros solo tratan de hacer lo mínimo indispensable para sacar el curso. Todos, unos y otros, están sometidos a las mismas presiones y tentaciones.
Pueden dar respuestas correctas a muchas preguntas, pero todas están basadas en el conocimiento teórico, puesto que no han podido experimentar por si mismos muchas cosas, al ser su mundo un mundo (cada vez más) bastante cerrado y limitado a un círculo de personas reducido. Aquí podemos vislumbrar uno de los problemas: la falta de comunicación.

El entorno más importante para el aprendizaje de los valores morales y buenas costumbres, la familia, está muy deteriorado. Cada vez más matrimonios se destruyen por causa del egoísmo de las personas, que no se casan pensando en hacer feliz a su pareja, sino buscando su propia felicidad.
Esa actitud enseña, capacita y da permiso al niño para ser también de adulto egoísta. Todos los niños lo son, pero una buena educación, un buen ejemplo en el hogar, llevarán al niño hacia la adolescencia (la edad más difícil) con un talante menos egoísta, mas dadivoso, mas sensible a los problemas de los demás, y con más disposición para ayudar y para compartir.Pero en lugar de recibir ese ejemplo, lo que reciben es familias desechas, padres que no se preocupan de ellos, que no les brindan tiempo de calidad, que no les apoyan cuando lo necesitan.
Ciertamente los padres apoyan a los hijos, pero pareciera que los apoyan no tanto porque sea justo, sino más bien para dejar constancia “de quienes son ellos”, sobre todo en los problemas escolares. Un padre es capaz de ir a demandar algo al profesorado de su hijo, por que “el paga y tiene sus derechos”, sin reparar en si tiene o no razón en lo que reivindica. Pero ese mismo padre después puede tener una actitud totalmente “pasota” hacia los problemas internos propios de la edad de su hijo. Eso causa en el adolescente inseguridad y una percepción de la realidad muy distorsionada.
Al mismo tiempo, a causa de tanto divorcio, muchos tienen que aprender a vivir con la realidad de que su padre tenga varias esposas; o de que su madre tenga varios maridos a lo largo de los años de la adolescencia y juventud, precisamente cuando más estabilidad necesitan en el hogar para tener seguridad en sus vidas. En el peor de los casos, a veces tienen que soportar violencia entre ellos (los padres); e incluso abusos hacia ellos (los hijos).
Los padres, por causa de su sentimiento de culpabilidad, se convierten no ya en educadores y protectores, sino en proveedores de “todo lo que necesite” su hijo, lo que sea para callar su conciencia; tratando de comprar el silencio del hijo, para que no reclame respuestas claras a la situación que se ve obligado a vivir.
Los chicos en esta situación aprenden a obtener todo lo que desean por medio del chantaje emocional. Pero no consiguen la felicidad, porque esta reside en la seguridad de una familia unida.
También ocurre, que al no encontrar seguridad y felicidad (amor y comprensión) en donde debe estar, la familia, el hogar, se ven obligados a buscarlo fuera de él. Es entonces cuando están expuestos a toda clase de problemas, males, vicios y peligros, y el que tenga mas suerte tal vez encuentre lo que busca sin tener que pagar un alto precio, a veces su propia vida, como desagraciadamente vemos a diario en las noticias de televisiones y diarios.

Existe todo un abanico de posibilidades, un sinfín de ofertas, un gran número de personas, asociaciones, pandillas, clubes, sectas, etc…, dispuestos a “acabar con todos sus problemas, proporcionándoles seguridad y felicidad”, aparentemente gratuitas, con toda facilidad; pero más tarde termina siendo momentánea y carísima.
Hay muchos ejemplos de la problemática por la que pasan nuestros adolescentes, pero por nombrar los más conocidos, ahí está el “botellón”, una manera de escape y de protesta juvenil contra lo tradicionalmente aceptado como bueno y normal. El sexo, la promiscuidad sexual; cada vez comienzan a tener experiencias sexuales a más temprana edad, y a pesar de ser la generación con más información de todas las que han habitado en el planeta hasta ahora, cada día mayor número de jovencitas quedan embarazadas y mayor número de jóvenes contraen enfermedades derivadas de la actividad sexual, porque simplemente no se plantean (ni quieren) que les puede tocar a ellos si no toman precauciones.
Otro problema es la afición a las drogas de diseño acompañadas por bailes frenéticos y alcohol, en largos fines de semana, en los que los jóvenes se esconden, parapetados de una realidad que no pueden ni quieren aceptar, son víctimas y al mismo tiempo verdugos, su propios verdugos, aunque somos los adultos quienes les provocamos a hacer estás cosas y les proveemos de los instrumentos para que se destruyan.

Estamos criando una generación de personas que carecen de moralidad, porque les enseñamos que todo vale, que no hay reglas ni hay obligaciones, que no hay límites, que todo es lícito, que si te hace feliz es bueno… ¿Qué es lo que estos chicos pueden hacer?, es muy difícil hacer bien las cosas, tener un buen comportamiento, sin una enseñanza adecuada, impartida por educadores adecuados y por supuesto por padres dedicados y amorosos.
No es culpa de ellos, es el mundo que les hemos dejado, es la sociedad que hemos construido, no es fácil para ellos caminar por la vida, por eso se refugian en Internet, inician amistad con “amigos” invisibles que conocen on-line, con resultados muchas veces dramáticos. No es el primer caso que conocemos, incluso entre chicos cristianos, que se dejan seducir por las palabras de una supuesta amiga de “su misma edad” que ha conocido a través de la Red, y que al decidir un día que tiene que conocerla, quien acude a la cita es un hombre mucho mayor que ella o él, cuyas intenciones no son sanas, y solo por la misericordia de Dios o por que los padres han sospechado algo y han seguido el caso, pueden salir ilesos de la experiencia.

¿Qué les estamos ofreciendo a nuestros hijos?

En medio de este caos me gustaría gritar ¡BASTA YA! ¡HAGAMOS ALGO POR ESTOS CHICOS!.
Creo que la única respuesta para ellos es Cristo, pero aun a él llegarán con más facilidad si tienen un buen ejemplo de sus adultos.
Oí en una ocasión decir a un teólogo católico muy conocido en España, con motivo de la beatificación del fundador del Opus Dei, que la juventud necesita modelos a los que imitar. Y es cierto necesitan modelos a los que imitar, por eso las modas, por eso visten como visten, oyen la música que oyen, hablan del modo que hablan, actúan del modo que actúan, porque están siguiendo estilos de vida, están imitando comportamientos de personas, que muchas veces no son un buen ejemplo sino todo lo contrario.
¿Pero por qué ocurre esto?, es porque los padres no son dignos de imitar, porque no son un buen ejemplo. Si fueran un buen ejemplo, a pesar de la rebeldía propia de la adolescencia, a quien imitarían sería a los padres, pero para eso es necesario, darles tiempo de calidad, preocuparse por algo más que saber la talla que visten o calzan o si les gustan o no los helados.
Hay que dedicarles toda la atención de que se sea capaz, porque ellos son dones prestados por Dios para que demos cuenta de ellos cuando lleguemos a Su Presencia.
Por eso digo que la única solución es Cristo, por que los padres no dan la talla; y el instrumento, el medio por el cual pueden llegar es la iglesia de Cristo, en la que por cierto, también está entrando lo mundano y lo vanal, en lugar de ser esta quien influya al mundo con el mensaje del amor de Dios.
Pero con sus defectos ahí está la iglesia, el último valuarte de la Verdad, de la Moral y del Amor.

Debemos evitar sufrimiento innecesario a nuestros hijos. Enseñemos a nuestros jóvenes y adolescentes en las iglesias, a ser siervos y no a ser servidos; a amar en primer lugar y no a esperar a que les amen para amar; a dar y no a recibir.
Que hay normas que cumplir, reglas morales por las que regirse, que es necesario marcar límites para su propia seguridad. Todo esto para que sean LUZ real, en medio de las tinieblas de este mundo y, tal vez así, con la ayuda del Espíritu Santo, influyan en su entorno de tal manera que muchos amigos y compañeros y parientes, encuentren lo que andan buscando, PAZ PARA EL ALMA, FELICIDAD Y AMOR.
Como dicen las Sagradas Escrituras en el libro de los Salmos, capítulo 22.6: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” Y en Proverbios 1.8 dice: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre.”
Solamente un padre dedicado, amoroso y pendiente de su hijo puede pronunciar estas palabras; solo una madre que ame a su hijo puede guiarle en la dirección correcta. Y el consejo de Dios es que instruyamos a nuestro hijo, que proveamos para sus necesidades, incluso que atesoremos para ellos.
Yo siempre pensé que lo correcto, si tenía varios hijos, sería que no les dejara herencia para que no se pelearan por ella; pero cuando conocí el amor de Dios y su palabra, me di cuenta de que es todo lo contrario, debo atesorar para ellos, e instruirlos para que no lleguen a pelear llegado el caso de repartir le herencia.
Es cuestión de educación por lo tanto. Nuestros adolescentes son personas, son preciosos, son como esponjas que absorben todo lo que les enseñamos y un día serán adultos y educarán a sus hijos a imagen de cómo fueron educados ellos, la historia siempre se repite, no hay nada nuevo bajo el sol, dice el refranero español que “De tal palo, tal astilla”.
Lo que reciben nuestros hijos, es lo que van a dar, no pueden dar algo que no han recibido antes. Démosles buenas cosas, buen ejemplo, para que den buenas cosas y buen ejemplo.Hay muchos otros aspectos de la vida de los adolescentes y jóvenes que merecen ser estudiados y comentados, como por ejemplo el sufrimiento de aquellos que son abusados por algún “defecto” físico, o de los que son abusados sexualmente, o de los que se han acercado al ocultismo deliberadamente o inconscientemente… pero son temas para otro comentario.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ME ENCANTO MUCHISIMO;ESTE AR SOVRE. LOS ADOLECENTES Y JOVENES DE HOY, Y ESTO DE ACUERDO ESTO Q VOS ESCRIVISTE DE LOS ADOLECENTES Y JOVENES DE HOY ATRAVEZ DE LA DROGAS.
GRASIAS LUCAS